SERGIO ALVARÉ PELÁEZ
Estimados asociados,
Avilés, Asturias, 1988. Me gusta mi tierra. Siento que sería un buen lugar para vivir. Innumerables los recuerdos y las emociones asociados a los sitios que fueron testigos de mi juventud. Obviamente, no es mi pretensión la de emplear este espacio, que se me ha concedido para presentarme, en describir profusamente todo ello, mas estimo que compartir esto con quien tenga la curiosidad y la paciencia de leer estas líneas puede ayudarme a erigir una referencia que facilite el transimitir mis deseos y mis esperanzas ligadas al MCRC.
Un día, al igual que muchos otros españoles, tuve que tomar una decisión. Irme. En mi caso, como es habitual entre los asturianos de mi generación, a Madrid. La voluntad, en ciertos contextos y bajo ciertas interpretaciones de alguna de sus múltiples acepciones, se aventuraba como un constructo peregrino, accesorio y limitante en una sociedad que se adivinaba en diferentes estadios tanto víctima como parcialmente rentista de redes clientelares que habían arraigado en la región. Algo no funcionaba. Y lo que no funcionaba parecía no circunscribirse exclusivamente al espacio material tangible con el cual hasta entonces había interactuado. Madrid aparentemente no estaba exenta de problemas de igual o equivalente naturaleza, si bien algunas cuestiones quizá permitirían un leve descenso en la presión durante al menos una ventana temporal, lo que dispondría cierto margen de maniobra. Hasta que el veneno que había dañado tan profundamente aquel sitio que añoraba en la distancia se propagase también a la capital; la degradación era un problema principalmente de calendario en lo relativo a la delimitación de mis expectativas. Y esta degradación debida a la corrupción moral era, en cualquier caso, aparentemente inevitable salvo profundos cambios, y, adicionalmente, el preludio de un nivel de corrupción económica con escasos precedentes.
Una descripción formal del origen de la situación había permanecido separada de mi consciencia durante muchos años. Y nunca había podido tomar partido en circunstancias en las cuales no percibía un hecho diferencial. La idea de actuar con arbitrariedad me bloqueaba. Hacerlo sería inaceptable; demasiada la disonancia que internamente debería soportar. Es por ello que me mantuve alejado de contextos donde toda actividad presentada como presunta y expresamente política fuese dominante.
Así, nunca había votado. Ni siquiera eso. No sabía precisar por qué me negaba. Percibía que había algo erróneo en el acto de votar en el escenario que se presentaba. El mismo escenario que era y es mostrado por la práctica totalidad de los medios de comunicación como nominal, secularmente indefectible y deseable al (presuntamente) ser el arreglo, en esencia, la concreción de una suerte de fin de la historia en lo relativo a la naturaleza de los sistemas políticos, exhibía y por supuesto exhibe abiertamente inconsistencias. Ausencia de estructura lógica, formal, en las argumentaciones, conflicto aparente y perpetuo sin que una irreconciliable pluralidad de intereses respaldase tal dinámica. Encontraba a un grupo hermético y privilegiado, un grupo que es subconjunto del más amplio constituido por la clase dirigente, que verdaderamente presentaba intereses comunes de clase (política) para ser identificada como tal, y cuya legitimación conforme a la deliberadamente defectuosa teoría presentada en las aulas radicaba en el cuerpo de una idea intencionadamente pobre de nación, la cual supuestamente había avalado conscientemente los mecanismos que disponen esta realidad. Y subsistía ésta mediante instrumentos de polarización e inyección de ideología en el grueso de la población.
La mente se negaba a aceptar que esto fuera una situación normal, invariante e inevitable para los tiempos posteriores; tiempos que quizá yo ya no conocería, mas la comprensión de que no por ello serían estos de inferior calidad o categoría suprimía la posibilidad de resignación o desánimo, al menos siempre que hubiera alguien con quien compartir el camino.
La reluctancia al sometimiento a la verdad oficialista permite en el caso que nos ocupa el realizar el salto de lo inevitable a lo contingente, o, al menos, de lo inevitable a lo cuestionable. Realizada esta transición, la búsqueda de una alternativa a lo que hay es una mera consecuencia para el individuo. Advertir la existencia de al menos una persona más que pudiera compartir estas inquietudes sería suficiente para no caer en la desmoralización.
Mi búsqueda me llevó a encontrar de manera extrañamente fortuita una referencia a D. Antonio García Trevijano en un episodio de un recóndito programa de radio. Unos seis meses después, en octubre de 2016, decidí asociarme. Desde entonces, he tratado de ayudar en diversas actividades, principalmente en las calles de Madrid, y en redes.
Mi propósito es el de contribuir a la estabilidad de la asociación, de modo que sea factible que esta mejore su eficacia en la ejecución, facilitando el despliegue de su naturaleza como elemento generador de un mundo alternativo al definido por el Estado de Partidos que atenta contra el porvenir de España, que no es más, ni menos, que el de las generaciones que están por llegar.
Si fuese de interés, información detallada acerca de mi perfil profesional está disponible (una vez iniciada sesión) en: https://www.linkedin.com/in/sergioalvarepelaez/
«Para mí es un orgullo y un honor tan grande como no podéis ni imaginar, que haya vivido yo, ochenta y ocho años ya, para ver con mis ojos, y con mis oídos, y para leer vuestros comentarios, y vuestra emoción, de seguir mi camino en busca de la libertad política colectiva.
No para vuestro mérito, no para vuestro triunfo, sino pensando nada más que en el bien general de España, de los españoles. Eso no tiene antecedente en la historia. […] Ese fuego para mí es inextinguible.
No os preocupéis por mi edad. Vivir o no vivir es indiferente cuando lo que se busca es nada menos que la dignidad de la vida. ¿De qué vale seguir en una vida indigna?. No, para mí no vale. Para mí lo que vale es la dignidad de la lucha por la libertad. Y en vosotros confío totalmente. Porque he vivido con vosotros, os conozco, sobre todo a los más jóvenes, sé que esos no van a vacilar. Habéis emprendido el camino de la libertad política, y le vais a dar una lección al mundo. A toda Europa.» Fragmento, Antonio García-Trevijano, conferencia «El porvenir de España», 2 de julio de 2015.
Atentamente,
Sergio Alvaré Peláez, candidato a vocal de la Junta Directiva del MCRC.
En Salinas, Asturias. Viernes 27 de agosto de 2021.